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Foto del escritorVanessa Méndez

La sociedad de censura en la paradoja de la vulnerabilidad

Actualizado: 18 jul 2020

Recuerdo hace tiempo, cuando comenzaba mi experiencia psicoterapéutica, entró un paciente a mi consultorio por un triaje (sesión de motivo de consulta), era un hombre alto, de aproximadamente cuarenta años, principal proveedor financiero del hogar, con un alto cargo en una empresa. Al preguntar el por qué vino, me respondió que tenía mucho desanimo en sus actividades diarias, pocas ganas de levantarse, falta de concentración en el trabajo, etc; de repente, empezó a comentar cómo esto le estaba afectando en la relación con su familia; poco a poco se le fue quebrando la voz, hasta que lloró por un momento. Luego me dijo “perdón, hace veinte años que no lloro”, y al terminar la sesión me miro directamente y dijo “gracias”. Minutos después, bajé a la sala de espera, lo vi con sus hijas y me vino una pena profunda.


A raíz de esa experiencia, empecé a plantearme una serie de interrogantes: La primera, fue el por qué al ingresar a sesión no imaginé verlo llorar. Segundo, el cómo el poder económico y éxito profesional pueden no garantizarte la felicidad. Tercero; de dónde viene esa represión y vergüenza cuando expresamos emociones, por qué se disculparía por eso, por qué me lo agradece de esa manera. Cuarto; que, independientemente de la intervención terapéutica el sólo expresar puede tener efectos curativos.


"independientemente de la intervención terapéutica el sólo expresar puede tener efectos curativos"

Estas cuestiones me fueron resonando, por lo que empecé a ahondar acerca de lo que significaba expresarnos emocionalmente en una sociedad sexista y censuradora como la nuestra. Y es que existimos aún en una sociedad, marcada por expectativas de comportamiento  según el sexo de nacimiento y  otras características sociodemográficas, lo cuál en años pasados estaba, inclusive, mucho más acentuado. Es así que hemos estado expuestos a una serie de mensajes a lo largo de nuestra vida, como el clásico: “los hombres no lloran”; contagiándonos inconscientemente de percepciones muy dañinas.  Y pues, ese día de la sesión, me di cuenta que así como muchos, yo también me había creído en cierto grado esos mensajes.



Ahora, también la expresión emocional se ve afectada no sólo por las expectativas sexistas, sino también por una visión distorsionada de lo que es la fortaleza y el éxito en la vida; poniendo de primera plano muchas veces la situación social o económica de uno, más allá de la situación de paz y salud. Es en ese punto que se encuentra degeneración del concepto de bienestar, alineado a un status de éxito fantasioso, en donde se idealiza la perfección en el rol que uno tiene cómo profesional, pareja, hijo, etc. Alejándonos de una realidad innegable; que es la vida que vivimos, en donde no se cumple con esos estereotipos siempre y somos seres falibles, llenos de derrotas y fracasos en mayor o menor magnitud.


"se encuentra degeneración del concepto de bienestar alineado a un status de éxito fantasioso, en donde se idealiza la perfección en el rol que uno tiene cómo profesional, pareja, hijo, etc."



Por otra parte, estos aprendizajes no sólo han reforzado un concepto superfluo de fortaleza y bienestar sino también la práctica de reprimirnos emocionalmente. Por ese motivo vemos en nuestro entorno, como las personas esconden sus afectos por vergüenza a ser vistos o ser criticados, negando una naturaleza profunda. Pero ¿qué es entonces la fortaleza, si no es tragarse el llanto y seguir para adelante?¿Qué es, si no es resistir el dolor? Pues desde la sanación terapéutica, la fortaleza está en la libertad de procesar nuestras emociones y temores para lograr un estado de bienestar; pero también tomar en cuenta la realidad y recursos que tenemos para afrontar; desarrollando así la capacidad de resiliencia.

Además de la resiliencia, otro aspecto importante dentro de la salud emocional, es el concepto de vulnerabilidad, el cual refiere la apertura a verse a si mismo como un ser humano que reconoce su dolor y fracaso. Paradójicamente, es en ese momento que podemos empezar a aceptarnos tal y cómo somos desarrollando la auto compasión y viendo con mayor claridad las soluciones y rumbo que queremos tomar; se reducen los síntomas y se empieza a vivir la libertad.


Es curioso cómo la cultura de censura y represión puede llegar a automatizarse en nuestras vivencias diarias de manera tan inconsciente, que muchas veces no nos damos cuenta del daño que nos hace hasta que tenemos síntomas visibles al somatizar. En eso radica la importancia de despojárnos de la culpa y vergüenza de vivir nuestra emocionalidad, dejar de huir el dolor, y dedicarnos a conocernos más. Pasar de ser una sociedad menos crítica a una sociedad más comprensiva.


1. Photo by Isabella Mariana from Pexels

2. Photo by Rodolpho Zanardo from Pexels

99 visualizaciones1 comentario

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1 hozzászólás


diegorhornaa
2021. jún. 22.

Hola colega, me pareció muy interesante :) ojalá vuelva a escribir!


Diego Horna

Kedvelés
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