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Foto del escritorVanessa Méndez

Estable o cobarde? — Afrontamiento

Actualizado: 28 abr 2020

Una vez me dijeron que parecía que tenía la respuesta para todo, que era estable, elaboraba bien mis ideas y no tenía miedos; como si tuviera todo bajo control. Y en conversaciones con mis amigos escucho frecuentemente que, al hablar de situaciones críticas, problemas, dramas; solemos catalogar mucho a las personas como estables y tranquilas, o locas y desesperadas según sus reacciones. Siendo aquellas más “estables” las que mantienen compostura ante eventos complejos; e “inestables” las que desbordan emociones.

Pero el afrontamiento y estabilidad son mucho más complejos que esas imágenes que transmitimos en nuestras conversaciones cotidianas. El día que me dijeron que tenía todo bajo control me di cuenta, que mi ex pareja, no me conocía. Que yo no había dejado que me conozca. Y que uno de mis principales mecanismos para afrontar la vida y mis miedos era la evitación.


Entonces, de qué depende que seamos personas estables, o inestables, seguras o inseguras ante eventos complejos; si tal vez lo que observamos, no es necesariamente lo que somos. En mucha medida: de nuestros estilos de afrontamiento; o, si queremos explicarnos de una manera más psicoanalítica, nuestros mecanismos de defensa.

Los mecanismos de defensa con los que afrontamos diversas situaciones de la vida, están basados en nuestras experiencias de vida, crianza, la cultura de la sociedad en la cual estamos inmersos y son nuestras herramientas conductuales-emocionales-cognitivas con las que lidiamos en momentos difíciles. Entonces estas son variadas y no existe un mecanismo correcto u otro incorrecto, sino más bien uno más adaptativo que otro dependiendo la situación y el contexto que atravesamos. Somos entes dinámicos y no a todas las personas nos funciona el mismo mecanismo en el mismo momento o ante el mismo hecho. Y tomando, una frase cliché: todo en exceso es dañino.


Durante uno de mis años de formación psicológica, tuve la experiencia de trabajar con niños en estado de abandono. Pude apreciar claramente algunas características de ellos, como su contacto visual esquivo; poca interacción con el medio, enuresis; en algunos niños; y en otros, hiperactividad, alta afectividad, necesidad de reafirmación, etc. Ahí podemos observar menores de la misma edad, probablemente del mismo grado y conviviendo en un mismo hogar; y sobre todo con historias muy similares de maltrato infantil; sin embargo ambos con distintos estilos de afrontamiento y por ende síntomas diferentes.


Quisiera ahora tocar más a fondo algunos de los mecanismos que utilizamos inclusive en nuestro día a día sin darnos cuenta. Comencemos con uno de los más familiares para mí: la evitación; la cual me ha acompañado en muchos de mis días siendo adaptativa a veces, y a veces lo contrario. Me refiero a esta como aquel mecanismo por el cual esquivas temas que tocan fibras sensibles de ti, de manera que al evitarlos, sientes un alivio.Por ejemplo, en los casos de inseguridad en el ámbito laboral, puede que una persona se le haga difícil ese ascenso tan querido, puesto que piensa no tener las habilidades suficientes para obtenerlo, por lo que ante las oportunidades internas que se lanzan en su trabajo se abstiene de postular.




Otro mecanismo muy interesante es la negación, por la cuál no aceptamos la ocurrencia de un hecho, y he aquí dos ejemplos acerca de esta. Uno de ellos viene en los casos de infidelidad, cuando ante muchos hechos que denotan evidencias de la misma, a veces, las personas rechazan el hecho de estar siendo engañadas, por lo que niegan la situación y mientras más se sostiene esta negación, más tiempo están sin encarar la problemática. Otra circunstancia en la que podemos ver este mecanismo,es en los casos de violación; cuando inician estos episodios la persona puede ser incapaz de aceptar este hecho traumático que le produce un dolor profundo recurriendo a la negación de lo sucedido.


Para culminar mi ejemplificación, me gustaría cerrar comentando acerca de la racionalización, ya que es uno de los que he podido identificar tanto fuera, como dentro de terapia con bastante frecuencia. En este caso, se utiliza cuando buscamos justificar alguna acción, pensamiento o sentimiento, con alguna excusa razonable. Una característica de este mecanismo, es que creemos realmente en esta justificación por sobre la razón real. Por ejemplo, en el aspecto familiar, un hermano mayor que maltrate a su hermano menor para inculcarle “disciplina”, cuando en realidad estamos hablando de sentimientos de odio y celos familiares encubiertos.


En algún momento sentí que lejos de ser una persona estable era muy cobarde, por mi constante evitación; pero después de haber identificado estos y muchos otros mecanismos en mi vida; la de personas más cercanas a mi, y mis pacientes; puedo volver a repetir que no podemos clasificar a ninguno como bueno o malo propiamente dicho, sino mas bien debemos conocer los límites de nuestras defensas, y reconocer cuando terminan de ser adaptativas para ser dañinas; buscar el equilibrio en el cual nos protegen, pero no nos desconectan de nuestra realidad, buscar que no interfieran con nuestra sanación personal y autorealización.

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